Oímos hablar de la policía patriótica,
que a algunos amantes de la ley y el orden le sonaba a música celestial, y no
nos sentimos amenazados. Oímos hablar de espionaje a dirigentes de Podemos,
esas moscas cojoneras que cuestionan las bienaventuranzas de la Transición, y
no nos dimos por enterados. Ahora la justicia, que a veces llama dos veces, ha
vuelto a poner en tela de juicio la palabra de los dirigentes del PP. “No es
una conspiración del PP, es una conspiración contra el PP”, dijo Mariano Rajoy
rodeado de toda la cúpula de su partido exculpándose de cualquier implicación
en el asunto de los ‘papeles’ de su ex tesorero. La historia, que doy por conocida,
parece sacada de las viñetas del TBO. No le falta detalle. Desde el ordenador
machacado, hasta el conductor espía, pasando por el falso confesor. Toda una
trama para extorsionar a quienes, por posición y rango, eran conocedores de
todas las tretas tejidas por el PP con el fin de sobre financiarse. Y eso no es
broma. Tampoco lo es que la línea Maginot del PP fuera a cargo del erario.
DEL HILO AL OVILLO
Tirando
de un cabo llegamos a la madeja. La Kitchen y la Gürtel parecen
unidas por el cordón umbilical de la corrupción impune. ¡Impúdica corrupción! Antes
que el fuego abrase al jefe siempre hay un chico de los recados que actúa de
extintor, al que se puede sacrificar sin que nadie llore su pérdida. Jorge
Fernández Díaz, ex ministro del Interior, tenía a Francisco Martínez, ex
secretario de Estado de Seguridad, como su mano derecha, dispuesto a inmolarse
en el altar de la patria. “No me dejéis tirado”, dijo el único imputado por
ahora en esta causa antes de cantar la Traviata. A Jorge Fernández no le bastaba
con tener un ángel de la guarda a su disposición, necesitaba un chivo expiatorio.
Así de acaparadores son los del Opus. Ahora hemos sabido que el excomisario
Villarejo está en todas las salsas. Hasta en el all i pebre valenciano.
Zaplana primero, Camps después,
tuvieron a Ricardo Costa como cortafuegos. Les fue bien mientras el vino y los eventos
corrían a raudales. ¡Qué placer navegar entre los veleros más veloces del
mundo! ¡Qué vértigo dejarse mecer por el estruendoso rugir de cientos de
motores de Fórmula 1! Rajoy aceptó la invitación de Rita y de Camps. ¿Quién renuncia
a semejante bicoca? Todo era excesivo en una Valencia en la que nunca paraba la
fiesta. Hasta el censor González Pons se permitía el lujo de recetarnos ética y
moralina. Tiempos de mayorías absolutísimas que permitían al PP hacer de su
capa un sayo y vendernos la moto como si fuera un Mercedes. El PP ponía la
juerga y Canal 9 la venda en los ojos. Así nos iba.
AHORROS
Cambiando
de hilo y madeja, cuando llegaron las vacas flacas, Montoro y Rajoy encontraron
la fórmula para llenar la despensa del gobierno central: expropiar los ahorros
municipales. De Montoro a Montero. La actual ministra se resistía a ceder a los
Consistorios lo que es de la ciudadanía. El Parlamento forzó la rectificación. El
gobierno Sánchez suspenderá la regla de gasto para que los ayuntamientos puedan
disponer de lo que hayan ahorrado en 2019 y 2020 únicamente, y lo que ahorren
en 2021. La crisis sanitaria y sus derivadas obligan a aflojar el monedero de
la hacienda pública. Poco se puede hacer sin invertir dinero. Bien lo saben los
ayuntamientos. Ahora podrán disponer de una parte de su hucha. ¿Será
suficiente? No lo creo. Las arcas públicas no son un pozo sin fondo. Tras el
primer envite de la pandemia están vacías. La única forma de llenarlas es con
nuevos impuestos. Ahí están las empresas tecnológicas sin cotizar en el país
del que sacan los beneficios, o las grandes fortunas. El debate está abierto.
Atentos a las pantallas.
URBANO GARCIA
Imagen: Fotograma
de “El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante” de Peter Greenaway.